lunes, octubre 23, 2006

El perdón y el olvido

El reciente fallo de la Corte Interamericana, que deja sin efecto la amnistía, nos priva de excusas para eludir lo obvio: reconocer la cobardía o la colaboración, hacer justicia, ajustar cuentas con la memoria y, ojalá, perdonar.

El más viejo modelo de amnistía lo recogió Aristóteles en la Constitución de Atenas. Un decreto, promulgado en el 403 a.C. (luego que triunfó la democracia sobre la oligarquía), ordenó a los ciudadanos "no recordar los males padecidos o infligidos". Mucho más tarde, el Edicto de Nantes, que puso término a las guerras de religión, prohibió a los súbditos recordar. Les ordenó tratar los hechos anteriores a marzo de 1585 (entre ellos la matanza de San Bartolomé) como "cosa no sucedida".

Los estados modernos, sin embargo, no prohíben recordar.

A diferencia de los antiguos, saben cuán porfiada es la memoria.

Pero a veces intentan suprimir el castigo.

Es lo que hizo el Decreto Ley 2.191 de 1978 al amnistiar los crímenes cometidos entre el 11 de septiembre de 1973 y el 10 de marzo de 1978. La misma dictadura cuyos funcionarios cometieron, o toleraron los crímenes, decidieron de pronto amnistiarlos.

En rigor, incurrieron en lo que cualquier filósofo llamaría una contradicción performativa: se concedieron a sí mismos el perdón. Generosos ellos, sin duda. Qué valor. Como si usted, agobiado por sus pecados, se pusiera a ambos lados del confesionario.

Durante muchos años convivimos con ese decreto y esa impostura. A su amparo, algunos de quienes cometieron crímenes que el derecho internacional considera de lesa humanidad evitaron la pena y han podido envejecer en calma.

A su turno, las fuerzas políticas pudieron, en plena democracia, eludir el problema de la justicia y de la memoria. ¿Acaso no era mejor que los jueces decidieran la aplicación de esas reglas? ¿No era más auspicioso que las nubes del tiempo y la muerte borraran esos recuerdos incómodos?

Así, entonces, todos hemos estado más o menos conformes.

Los victimarios, aspirando a una jubilación tranquila. Las fuerzas políticas, sin tener que tomar el toro por las astas. Nosotros, disfrutando de la expansión del consumo. Nada de qué preocuparse, entonces.

Salvo las víctimas y los hijos de los hijos de las víctimas. Ellos siempre tuvieron razones para recordar, y en ausencia de un mínimo reconocimiento abrigaron motivos más que suficientes para perseguir el castigo.

Todo eso hasta que llegó el caso Almonacid. Almonacid fue un profesor y dirigente de la CUT detenido por Carabineros y, como era usual, asesinado por la espalda mientras estaba indefenso. Su viuda y sus hijos llevaron el asunto a tribunales. El caso fue amnistiado.

Pero ahora la Corte Interamericana ha ordenado reabrirlo.

Los crímenes de lesa humanidad, dijo la Corte, no pueden ser amnistiados y son además imprescriptibles. Y el Estado -agregó- debe asegurarse de que el decreto ley de amnistía no sea un obstáculo para la "investigación, juzgamiento y, en su caso, sanción de los responsables de otras violaciones similares acontecidas en Chile". El decreto ley de amnistía -concluyó el fallo- carece de todo efecto jurídico. Y la cosa juzgada alcanzada bajo su amparo es simplemente fraudulenta.

Ahí tiene usted. Un decreto que carece de todo efecto. Y sentencias inútiles. Nada menos.

Se acabó la tranquilidad. Quienes vivían de su jubilación y hasta ahora supieron convivir con los recuerdos indignos, se pondrán nerviosos. Las fuerzas políticas que eludieron el asunto de la justicia y la memoria, perdieron todo pretexto. La derecha, que nunca se ha visto en la necesidad de mirar hacia atrás y reconocer la barbarie, tendrá ahora que hacerlo.

Porque una de dos.

O se deroga el decreto ley de amnistía y se persiguen los crímenes en base a la ley vigente a la época en que se cometieron (el fallo de la Corte desecha la regla de irretroactividad), o la totalidad de las fuerzas políticas se ponen de acuerdo y dan lugar a una modificación de la responsabilidad penal que, si no equivalga a una amnistía (como dijo la Corte, hay crímenes no susceptibles de ella) se le parezca.

Lo que no pueden hacer es como si lloviera.

Ahora vamos a tener que decidir: o castigamos esos crímenes en base a la ley vigente a la época en que se cometieron, o modificamos esa ley y rebajamos las penas.

La primera opción supone hacer justicia, pero mantiene una memoria que arriesgará hacia el futuro eso que Freud llamaba la compulsión repetitiva. Después de todo, dijo el mismo Freud, lo que no somos capaces de elaborar en palabras siempre volverá en actos.

La segunda opción compatibiliza la justicia y ayuda a sanar la memoria, Pero, claro, sanar la memoria -sugiere Ricoeur- exige esfuerzos de lado y lado.

La derecha debiera hacer un amplio reconocimiento de la brutalidad de esos crímenes, de la barbarie que supusieron y de su omisión negligente o de su colaboración en ellos. Porque de todo eso hubo. Y la izquierda reconocer su responsabilidad histórica (que no es lo mismo que la jurídica o la moral). Y ambos promover un amplio programa de reparaciones para las víctimas que no se parezcan, como hasta ahora, a dádivas.

La derecha, además, debiera abandonar las justificaciones fáusticas de la modernidad de que gozamos. Y la izquierda hacer el esfuerzo de recordar los hechos y olvidar la deuda.

Así podríamos mantener la memoria; pero, al mismo tiempo, despojar a esos recuerdos de su capacidad destructora.

Claro, no es la amnistía que relata Aristóteles, pero se le parece. Y quizás así se abra, algún día, la posibilidad del perdón. Que es lo único que liberará, de una vez por todas, a las víctimas y a los victimarios. Y lo único que nos permitirá reconstruir nuestra memoria y empezar de nuevo.

2 comentarios:

fijate.ahora dijo...

Nótese mi posición.
Cuándo el país necesite de nosotros.

Si quisiéramos culpables, deberíamos ir más allá de nuestras fronteras. El ejemplo dado por el señor Guerrero es uno de los más excelsos ya que, en toda ésta cuestión, el poder juega un rol preponderante.
Por alguna parte alguien o algo nos quiere ver débil. Siendo necesario que cada uno tome parte en ésta cuestión y haga una reflexión muy profunda, si es que se tiene una profundidad, en estos tiempos de magna superficie.
Yo no soy una persona docta y hago hincapié en mi precaria in-formación. Hago una reflexión de lo que nos está llevando a confeccionar ésta pilastra de El Mercurio y hacernos parte de la historia escrita.
Por ello nos tenemos que observar como Damocles –gracias señor Guerrero- y pensarlo dos veces antes de pedir la cabeza de los hermanos compatriotas que están con vida, luego de sucedido nuestro holocausto doméstico. Agradeciendo a mi Creador por no haber estado conciente y poder evaluarlo con la gravedad que se merece.

Entonces… Señor Guerrero lo apoyo y señor Fregoso, a usted, también lo apoyo ¿Entonces que hacemos? ¿Seguimos peleando? ¿Le seguiremos dando opciones a los que se ríen de nuestra acérrima división? ¿Cuándo nos juntamos y nos batimos a duelo?
¿En qué momento entenderemos que debemos unirnos para soportar el nuevo esquema?

Upsss.

Atte.
HSQO
.

fijate.ahora dijo...

Estimado Sr Quijada:
Sin prudencia, ya que es un bien escaso escasísimo, añadida enmascarada de colorida información, solo es posible la madre de las batallas lo demás son solo pasatiempos o como decían el general y el revolucionario contumaz: juego de piernas, ni más ni menos, ¿que le parece notable Sr Quijada?.
La globalización digital sin embargo nos ofrece caminos infinitos de acuerdo, por ejemplo ser guerreros virtuales, combatientes sin fin.
Pequeñas y descoloridas, desprovistas de gloria y épica se ven imágenes de los combates en blanco y negro en la telaraña, el verbo divino que nos inflamó carece hoy de magia, la historia viva en esas imágenes y voces poco reivindica Algo quiere decirnos la madeja, yo tube, UD también?.
En la interacción esta la vida y el reconocimiento, el alma gemela y el alma matter, UD sabio de sabios lo ha dicho, para bailar el tango dos, para jugar fútbol 22, para elegir unos cuantos millones, para crecer todos.

Entonces hay dos alternativas:

Una: Ser un romántico viajero y el sendero continuar. Ir más allá del horizonte de remonta la verdad, y en desnudo de mujer contemplar la realidad…

Dos: Penélope:
Le sonrió
con los ojos llenitos de ayer,
no era así su cara ni su piel:
"Tú no eres quien yo espero..."

Y se quedó
con su bolso de piel marrón
y sus zapatitos de tacón
sentada en la estación.

Sentada en la estación.

IMPERECEDERA ANSIEDAD.....( Arturo Montes Larraín M.R.

Posteado por:
Guillermo Guerrero Rodríguez (Octubre 27, 2006 03:14 PM)

 
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